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1 año agoon
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Aunque se ejecutó la misión, luego que el alcalde encargado de Florencia Álvaro Rubiano decretara el toque de queda, todos los presos que habían escapado, se presentaron al día siguiente a la cárcel para seguir purgando sus penas.
Crecí escuchando ese relato por parte de mis hermano mayores que estudiaban en los Sagrados Corazones y tuvieron que volver a las casa en la tarde con las manos en la cabeza. También de mí hermana Mónica que tenía seis años en esa época y narraba que las profesoras de la Institución Educativa Barrios Unidos del Sur, del susto, abrieron el portón de la escuela, por suerte mí mamá llegó a buscarla y según el cuento, la cogió de un brazo, junto a una vecina y las arrastró hasta nuestra vivienda, como si fueran cometas por todo el humedal de El Versalles.
Como tantos episodios de la guerra, cada que habían alboradas en el pueblo para honrar a la Virgen del Carmen, mí mamá se levantaba asustada y nos metía debajo de la cama, pensando que ‘el M’ se había vuelto a meter a Florencia, hasta que mí hermano le gritaba que ya habían entregado las armas y ella volvía a entrar en sí.