Hacía bastante que Eliana no venía a mi consultorio, no lo hacía desde una vez que pilló al marido viendo porno de tríos a escondidas; esta vez tenía cara de preocupación, de molestia quizás cuando me expuso su problema.
Resulta Doctora que mi marido ya casi no me toca, así le pase en cuquitos transparentes entre él y el televisor, o le pase sin brassier el tinto, apenas me mira y continúa viendo como un idiota el fútbol en la televisión.
Como lo amo de verdad y no quiero perderlo, una noche me senté en la cama en pura ropita de Eva y le expuse mi inquietud, le dije que estaba dispuesta a escucharlo, que estaba dispuesta a sacrificarme como fuera para no perderlo.
El trató de evadir la conversación como lo hacen todos los hombres cuando un tema les molesta, pero lo acosé, le pasé mi copito de alelí por la frente y le repetí con voz de gata zalamera: dime mi amor, qué quieres, cómo podemos recobrar nuestros ímpetus?
Permaneció mucho tiempo evadiendo la charla hasta que por fin se decidió y me dijo entre dientes: lo nuestro ya es pura rutina, le falta aventura, pero aventura de verdad…
Y qué sugieres le dije? Después de un silencio prolongado volvió a murmurar; un trío… un trío que puede ser con una amiga tuya, quizás esa amiga de oficina que tú dices que es muy melosa contigo.
Sin querer la idea me excitó, recordé la amiga que no pierde la oportunidad de darme besos y apretarse contra mí; es una rubia despampanante compañera de trabajo que parece no interesarse mucho por los hombres.
Veré que hago, le contesté a mi marido y esas solas palabras fueron una inyección de adrenalina porque el considere se le enojó como hacía mucho tiempo no lo sentía; parecía el mástil de una carpa tratando de romperle la piyama.
Al otro día invité a la compañera a un café en una heladería cercana; aceptó gustosa y llegó 10 minutos antes que yo, me recibió con un beso en la mejilla muy cerca de la boca.
Hablamos, le expuse la idea, le dije que lo hacía por mi marido, por nuestro hogar, que nunca había estado con una mujer y que no tenía ni idea de cómo comportarme.
Al parecer tenía experiencia porque me dijo: claro que les colaboraré, no te preocupes, yo sé cómo hacerlo y convinimos nuestro encuentro el viernes por la noche en su propio apartamento porque vivía sola.
Llegamos puntualmente, muy nerviosos, yo sudaba frío y sentía que las manos de mi marido también estaban frías; el lugar era acogedor, una luz tenue en una esquina de la sala le daba un aspecto agradable, dos sillones grandes, uno pequeño y al centro una botella de wisky, hielera y tres vasos.
Nos recibió con un abrazo de oso y un beso prolongado en las mejillas de mi marido, a mí me lo estampó en la boca; quedé sin saber qué hacer, me ruboricé pero la tenue luz evitó que se notara. Nos sentamos y en pocos segundos tuvimos a la amiga sentada entre nosotros ofreciéndonos una copa.
Una música suave y acogedora llenaba el ambiente; eran tonadas muy rítmicas, muy dulces acompañando a una voz verdaderamente hermosa.
Con un brazo sobre el hombro de mi marido y el otro sobre el mío comenzó su trabajo, poco a poco nos fuimos tomando confianza y sin saber en qué momento pasó, me encontré besándome con ella con una sensación indefinible mientras mi marido escondía sus manos entre sus pechos y los míos…
Todo ocurrió velozmente y más fácil de lo que creía, fue una noche fantástica, un derroche de fuerza y pasión impresionante, fue una noche maravillosa de esas que nunca se olvidan y que todos los días quisiéramos repetir.
Pasaron los días y mi marido volvió a buscarme, volvió a ser el mismo, me hacía el amor en cualquier momento, en cualquier sitio, incluso en el garaje cuando íbamos a sacar el carro.
Pero él no olvidaba aquella noche y siempre encontraba excusas para volver al tema; creí que era solo una vez le dije ya molesta aunque en mi bichito sentía esa sensación de humedad que precede los combates de amor; pero él seguía con el tema; mi consulta Doctora es: Debo hacerlo de nuevo?
Me quedé pensando y para salir del apuro le dije; vuelve el sábado, vuelve con tu marido a las 9 de la noche y entonces te daré la respuesta.
Y aquí estoy, con la luz tenue, el wisky y mi piyama más seductora esperando que llegue mi paciente con su marido.