Sepelio Anthony Zambrano

De un momento a otro el chirriar de unos neumáticos en la loma que desde el barrio Las Torres lleva al cementerio de Florencia, me hizo volver la mirada y entonces me quedé alelado observando cómo un automóvil negro venía derrapando atravesado sobre la vía hasta quedar frente a mí que estaba estacionado cerca al antejardín de la casa de una compañera montado en la moto mirando el gentío que en el cementerio esperaba la llegada del féretro del cantautor Antony Zambrano.

 Cuando el carro se detuvo en medio de la gritería general, observé cómo alguien sacaba la cabeza por una de las ventanillas y al mismo tiempo mostraba una botella de aguardiente, pero el vehículo comenzó a avanzar en reversa, directamente hacia mí que quedé entre la pared del antejardín y el automóvil.

 Sin dudarlo salté de la  moto dejándola en el piso buscando escapar de la embestida del carro que milagrosamente se detuvo apenas rozando la motocicleta, quizás por los gritos  de la gente que alertaba sobre el inminente peligro en que me encontraba; de verdad que vi de cerca la pelona.

De pronto arrancó de nuevo, directo al cementerio, chocando con otro carro y deteniéndose unos metros antes de la puerta del campo santo milagrosamente sin atropellar personas. Bien pudo ser una dolorosa y múltiple tragedia, ocasionada por lo que hoy se conoce como sepelios peligrosos.

Muchísima gente había acudido al cementerio a brindar el último adiós al amigo Antony Zambrano, un artista que se había convertido en ícono de la música popular, no solo en el Caquetá sino en otras partes del país, como en el Valle donde encontró la muerte en un  absurdo accidente en la recta Palmira Cali.

 Pero el sepelio se convirtió en algo extremadamente peligroso; aparte de lo narrado al comienzo de esta nota, en el recorrido que se hizo con el féretro por las calles de Florencia, miles de personas en carros y motos, consumiendo licor, generaron una situación de caos y de peligro increíble; tres y hasta cuatro personas en una sola moto consumiendo alcohol, en evidente estado de ebriedad, sin control alguno, fue una muestra de un hecho muy grave que se está convirtiendo en una peligrosa costumbre en Florencia.

 En medio del desfile fúnebre, una solitaria patrulla de policía era el único asomo de control y de autoridad, autoridad que más bien parecía un náufrago en medio de una tormenta bravía.

 Todos entendemos el dolor que produce la partida de un ser querido y más cuando es una figura pública, pero ese dolor no justifica generar situaciones de peligro que afecten la tranquilidad ciudadana, como el caso que aquí narramos; un sepelio es y debe ser un acto de recogimiento y de solidaridad con la persona que se va y no un motivo de escándalo, una excusa para  ingerir licor descontroladamente poniendo en peligro a toda la ciudadanía; debe haber alguna forma de control para lo que ya se denominan “Entierros peligrosos”.

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