La contundente victoria, con más del 82% de la votación de los colombianos, hizo renacer la leyenda del Ruiseñor de América: Julio Jaramillo, el campesino huilense; resucitó la leyenda.
A pesar de las reiteradas cuñas de la Jurado Amparo Grisales, quien veladamente trató de convencer al pueblo de que votaran por los otros artistas, la gente reconoció plenamente el nuevo fenómeno de la música colombiana que con su voz sentida, preciosa y magistral, transportó al país a una época que significó el esplendor de nuestra música.
Las canciones del inmortal Agustín Lara que cantaba el original Julio Jaramillo, encontraron por arte de magia, casi que por un milagro, un cantor con una voz prodigiosa, igual o quizás mejor que la del original.
Ganó Julio Jaramillo, ganó la verdadera música, ganaron las metáforas que con el barniz de una voz endiosada, le devolvieron a Colombia y al mundo, la esencia del arte; una voz endiosada con las mejores páginas musicales de todos los tiempos. Tenemos Julio Jaramillo para rato.