Edilberto Valencia Méndez

Una pareja de amigos llegó un sábado a Belén de los Andaquíes, municipio al Sur del Caquetá, a preguntar por algún sitio especial para almorzar y algún lugar para hacer más adelante un paseo de olla con la familia que llegaría de Bogotá.

La pareja buscó y buscó y no encontró nada; ni siquiera un buen restaurante, un asadero, un estadero o algo por el estilo.

Pero en la periferia de Belén se encontraron con preciosos ríos cristalinos a los cuales concurrían alegremente los lugareños a pie, en bicicleta, en motocarro hoy en carros particulares, para sus habituales paseos de olla, paseo que no eran otra cosa más que integración familiar.

Y en esas fuentes de agua, en esas hermosas playas no se observaban los tradicionales focos de basura habituales en municipios que viven del turismo.

El parque principal del pueblito, denominado José Acevedo y Gómez es una Esmeralda de verdor inconmensurable incrustada en el corazón de Belén donde varias ceibas gigantescas prodigan una frescura indecible a los parroquianos que acuden a intercambiar ideas.

Siguiendo con su idea de buscar almuerzo, la pareja regresó al cercano municipio de Morelia, donde el ambiente cambió totalmente: calles atiborradas de gente en pantalonetas tomando cerveza, muchas otras en el parque curioseando en una pileta un gigantesco pirarucú y otros peces de otras especies, incluyendo algunas charapas.

Habían restaurantes por todas partes ofreciendo sus viandas, ventas ambulantes al por mayor y ya en el río que circunda el municipio, decenas de familias en sus paseos de olla mientras los vendedores ambulantes de comida los acosan ofreciéndolas.

Desesperados y con hambre los amigos, decidieron regresar a Florencia a buscar un sitio tranquilo para almorzar, y entre Morelia y Florencia, hallaron un precioso estadero que ofrecía como plato principal «cachama ahumada» y allí almorzaron y allí discutieron sobre las ventajas y desventajas del progreso.

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