CAPÍTULO II
A medio día la dueña de la finca salió como todos los días, a llevarle su almuerzo a Catalina; en una totumita le llevaba dos cucharadas de arroz del que había cocinado para el almuerzo. Le dejó la totumita dentro de la jaula de puertas abiertas que Catalina tenía en uno de los corredores de la casa.
«Patojita rua, patojita rua, patojita rua» le gritó a Catalina mientras el ubicaba la totuma en su sitio.
Entonces la vió y entonces lo vió; vió a Catalina picoteando distraídamente la naranja mientras distraídamente contemplaba a Pepe en la palma.
Dios santo exclamó asustada, que tucán tan inmenso, no había visto uno tan grande, es hermoso, tiene colores muy brillantes; es tan grande que bien podría ser el rey de los tucanes de la selva.
Entonces se acercó al palo donde Catalina picoteaba y picoteaba sin parar, observando alelada a Pepe; entonces gritó: Paula Andrea, Paula Andrea, Juan David, Juan David, corran, vengan… Y los dos chicos de 15 y 18 años aparecieron corriendo en el corredor de la casa; qué pasa mamá,preguntó Paula asustada.
Julieta, que así se llamaba la mamá, les hizo señas que se acercaran cuidadosamente y cuando estuvieron a su lado les señaló el gigantesco tucán que perforada el coco en la palma.
Santo Dios dijo asombrado Juan David, es un tucán majestuoso, es hermoso dijo Paula, quien ni corta ni perezosa tomó la totuma del almuerzo de Catalina y sigilosamente se dirigió a la palma donde estaba Pepe, depositándola en la raíz y regresando muy despacio donde su mamá y su hermano. Catalina observaba extrañada la maniobra y entonces a saltos y trompicones llegó hasta acomodarse en uno de los hombros de Paula.
Pepe había visto todo sin inmutarse; vió que la distancia de la raíz de la palma a donde estaban los humanos era lo suficientemente amplia como para que no lo pudieran capturar.
De un salto quedó al pie de la totuma y comenzó a picotear el arroz sin dejar de vigilar a los tres humanos que a su vez lo miraban con admiración y asombro. Ni siquiera se fijaba en Catalina.
Qué comida tan rica decía Pepe para sus adentro mientras picoteaba el arroz; sí de esta comida me dieron todos los días, aquí me quedaba, aquí formaba mi hogar.
Entonces Paula sacó un banano que llevaba en el bolsillo de su falda y tímidamente, mostrándole el banano a Pepe, se le fue acercando hasta llegar a un metro de distancia del tucán; muy despacio le deja la fruta en el suelo mientras Pepe le habría las alas en señal de advertencia pero no voló, muy despacio y aún con las alas abiertas se acercó al banano y lo comenzó a picotear sin dejar de vigilar a Paula.
Entonces pensó, » estos humanos son buena gente, me quieren conquistar, tienen comida muy rica, parece que por fin encontré el hogar que tanto buscaba»; cerró las alas y ya más tranquilo siguió comiéndose el banano.
Edilberto Valencia Méndez y Marinela Cedeño Renza
Pepe y Catalina
Digitó: Juan David Valencia Agudelo
Próximo capítulo: Pepe en familia