A pesar de ser una herramienta fantástica cuando son bien utilizadas, las redes sociales pueden convertirse en armas extremadamente peligrosas en manos de inescrupulosos que al manipularlas según sus intereses, pueden hacer pasar por verdades muchas falsedades y lo que es peor, generar odios y por ende violencia entre la comunidad.
(*) Julio Traslaviña por ejemplo, publicó en su face que el alcalde de Quemuentachota iba a triplicar el impuesto predial porque necesitaba comprar un carro nuevo para sus escoltas y la publicación produjo una reacción inmediata tan fuerte, que se presentó una asonada en la cual destruyeron la casa del burgomaestre y él se salvó de milagro porque alcanzó a huir a tiempo.
(*) Martha Tresparedes publicó una nota en su face, en la cual decía que una de sus vecinas que vendía gelatinas, aprovechaba su negocio para vender bazuco en pequeñas papeletas que escondía en la bandeja de las ventas y que preparaba en el patio de su casa; a esa vecina le allanaron la casa, se la volvieron patas arriba y como no le encontraron nada, la tuvieron en vueltas varios días. Lo que no publicó Martha es que estaba celosa con la vecina porque todos los días saludaba a su marido y de vez en cuando le regalaba una gelatina.
Estos dos ejemplos ficticios no están alejados de la realidad; todos los días se ven denuncias en las redes sociales y lo peor es que la mayoría de quienes las leen las dan por ciertas y obran en consecuencia.
Por eso debemos tener mucho cuidado con lo que leemos en las redes sociales, no todo lo que brilla es oro, no todas las denuncias son ciertas y muchas son consecuencia de intereses mezquinos que buscan saciar sus apetitos de venganza con la credibilidad de quienes dan por cierto cualquier información que les llega; aquí es donde se necesita contar con la seriedad y la responsabilidad que caracteriza a la mayoría de los periodistas, quienes no publican algo mientras no lo han confirmado plenamente y cuentan con los soportes necesarios para sustentarlos; de ahí que la credibilidad dependa de la seriedad bien ganada de quien entrega la primicia.