Es indudable que Colombia, desde la época de Cochise, es una potencia mundial en ciclismo y ese título se lo han dado con coraje y disciplina gigantes de las bielas como el ya nombrado Martin Emilio “Cochise” Rodríguez, Fabio Parra, Lucho Herrera, Santiago Botero, Egan Bernal, Patrocinio Jímenez, el “Ñato Suárez” y muchos más que se me escapan, pero sin lugar a dudas, Nairo Quintana es de lejos el mejor, no solo por haber ganado en dos de las grandes vuelta, España e Italia, sino por la cantidad de clásicas y etapas de alta montaña en las cuales por lo general ha tenido que Luchar a muerte, solo, sin gregarios, contra equipos y grandes figuras del ciclismo mundial a las cuales derrotó sin atenuantes; sin lugar a dudas, Nairo es el mejor.
El problema de Nairo es que por lo pequeño, lo negrito y lo aindiado, los grandes potentados del ciclismo mundial lo miran detrás del hombro y muchos de los entrenadores donde ha estado, han tratado de ponerlo como gregario de otros ciclistas menos dotados que él pero que son europeos, blancos y por lo general de ojos azules: Nairo no les ha comido cuento, se les ha rebelado y a punta de pedalazos se ha ganado la capitanía de los equipos donde ha estado. Eso no lo han visto bien los de la mafia del ciclismo mundial y para sacarlo de la élite, le montaron un dopaje que ni ellos creen, porque al pedalista colombiano desde que comenzó a ganar en Europa, le han hecho cientos de pruebas con el fin de sacarlo y no han podido, ahora se inventaron que se había dopado creyendo que Nairo se iba a aguantar la calumnia, pero con el carácter fuerte que lo caracteriza, se lanzó contra el fallo en su contra, a pesar de que sabe que está luchando solo contra el mundo porque nadie, ni siquiera la gente del ciclismo en Colombia, ha saltado a la palestra a defenderlo.
Dolorosamente Nairo Quintana, de lejos el mejor ciclista de Colombia en todos los tiempos, está solo, nadie lo defiende, ni siquiera los amantes del ciclismo que tanto disfrutamos con sus triunfos, que tanto pecho sacamos cuando gana…esa es nuestra impronta, somos desagradecidos y en eso nadie nos gana, ni siquiera las redes sociales que en este caso también se han quedado dormidas.