Llegan de noche, protegidos por el ESMAD, porque saben que la comunidad en general se opone a su codicia destructora, es la estrategia de las petroleras representadas por la Emerald Energy, que buscando saciar el apetito económico de sus socios, invadieron al Departamento comenzando por su capital Florencia, siguiendo con el corregimiento de San Martín y sus veredas, continuando por Morelia hacia Valparaíso y Milán, amenazando con su codicia los cientos de riachuelos y quebradas que conforman las cuencas de los preciosos ríos Hacha, Bodoquero, Pescado, Orteguaza y Caquetá; es la mil veces anunciada destrucción del ecosistema que conforma la entrada de la Amazonía colombiana.
Da tristeza ver cómo intentan engañar a los campesinos con un par de muebles como regalo, tal como lo hicieron en San Martín; es la herencia demoníaca de los españoles que le robaban el oro a los indígenas a cambio de espejitos y chucherías.
Y da tristeza ver, como lo denuncian las comunidades rurales, cómo la fuerza pública, que constitucionalmente debe protegerlos, está lista a agredirlos cuando protestan por la intromisión de las multinacionales a su territorio.
Y da tristeza saber que dentro de pocos años, como ya sucedió en la región de los pozos, en San Vicente del Caguán, que lo que antes eran cientos de ríos hermosos y cristalinos, donde todo era un océano de verdura, todo será un desierto con aguas viscosas donde la gente y los animales a diario morirán de sed.
Y da tristeza ver cómo en esta región del país comenzarán los atentados a los pozos petroleros, a los carrotanques que transportan el crudo, especialmente por la cordillera, contaminando las preciosas fuentes de agua de Florencia y los municipios aledaños, mientras que funcionarios de Ecopetrol minimizan los terribles daños con declaraciones inverosímiles reproducidas por medios que se venden por cualquier plato de lentejas.
Da tristeza ver cómo los políticos asolapadamente defienden la destrucción de los ecosistemas con el cuento de que el petróleo es progreso, cuando lo que deja es desolación y muerte, como una ola de langostas que a su paso todo lo destruyen.
Y da tristeza ver cómo a la mayoría de alcaldes, concejales, diputados y al gobernador foráneo del Caquetá, solo les interesa la campaña a las próximas elecciones, mientras que el alto gobierno, de la mano de las petroleras, le asesta la mortal estocada de la explotación a un departamento que bien podría ser en un futuro muy cercano, la despensa de agua de Colombia.