Armados con potentes equipos móviles de sonido, a cualquier hora del día, como Pedro por su casa, los pastores y líderes de las iglesias cristianas, irrumpen en las calles, caseríos, veredas y en los parques donde se ofician misas, atacando agresivamente a los feligreses de la iglesia católica, iglesia que tienen prácticamente arrinconada en el Caquetá.

Es aterradora la cantidad de iglesias que proliferan por todas partes y si quiere comprobarlo para la muestra un botón; solicite a la Secretaría de gobierno de Florencia el Número de Iglesias cristianas registradas y sus nombres; a la fecha su número es alrededor de 100 y con nombres pintorescos: Iglesia de la última Piedra, Iglesia del Santo Venir, Iglesia de la eterna Esperanza, en fin…parece un aquelarre de sectas que buscan afanosamente aumentar sus feligreses y por eso atacan a la Iglesia Católica: ahí hay muchos fieles fáciles de conquistar y la mayoría de los sacerdotes anquilosados por la edad y el tiempo, no pasan de oficiar misas, confesar, administrar sacramentos y pare de contar; con contadas excepciones, los sacerdotes no salen a los barrios, al campo, a las veredas, a intercambiar ideas con su comunidad; cuando más, organizan una misa o una ceremonia semanal en un pueblo cercano.

En una oportunidad le pregunté a un alcalde, por qué permitían que esas iglesias hicieran lo que les daba la gana con sus equipos de sonido perifoneando por todas partes y a cualquier hora, y con una sonrisa mefistofélica me contestó: no se olvide que ellos ponen muchos voticos.

Y por qué tanta guerra? Fácil, los pastores les piden a sus feligreses el 10% de lo que ganan al mes “para sostener el culto”, y los que no tienen trabajo los explotan de otra forma organizando basares, rifas, haciendo tamales, etc, lo importante es ayudar a sostener el culto y ese culto no es más que los pastores que en poco tiempo se vuelven ricos porque cobran el 10% de lo que ganan sus feligreses SIN PRESTARLES EL CAPITAL, un negocio redondo.

Pero el daño va mucho más allá; valiéndose de sermones y publicidad engañosa, poco a poco le lavan el cerebro a su comunidad, en especial a los niños y jóvenes a quienes inyectan la idea de que no es necesario estudiar porque Dios los provee de todo, que no es necesario irse del pueblo a las capitales a buscar otros rumbos en la academia; no, eso ni de vainas porque pierden a los zombies a quienes explotan descaradamente con la fachada de la santidad.

Eso está sucediendo en los municipios del Caquetá y lo más probable es que lo mismo esté pasando en el resto del país, y mientras tanto, la Iglesia Católica, acartonada y dormida en sus laureles de antaño, con su pasiva actitud está permitiendo que le roben lo más precioso que tiene: su gente, que la sigan arrinconando, mientras esperan que llegue el Domingo para fustigar desde el púlpito a los pocos feligreses que a pesar de estar arrinconados, aún asisten a los oficios religiosos, sin percatarse que ellos mismos con su actitud pasiva, están facilitando que otros los arrinconen.

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