El reiterado anuncio de la emisora la Voz del Caquetá pregonando la presentación del dueto Silva y Villalba en el estadio Alberto Buitrago Hoyos de Florencia, como una de las presentaciones artísticas de la semana cultural de ese mes de Agosto de 1968, colmó las graderías del estadio y prendió la fiesta cuando Rodrigo Silva pegó el grito de “arre torito viejo” y comenzó a cantar con esa destreza que lo caracterizó y con su inigualable compañero Alvaro Villalba, “el Barcino”, esa pieza inmortal del también inmortal maestro Jorge Villamil.
La gente entusiasmada al máximo le pidió que repitera el Barcino y para animarlo, un joven estudiante de la salle, Jaime Valencia Méndez, desde la gradería inició la canción con una corneta que retumbó por todas partes con la famosa introducción de la popular composición; ahí fue Troya y mientras el famoso dueto Silva y Villalba interpretaba la pieza musical, la gente del estadio se puso de pie para ovacionar al Maestro Jorge Villamil, quien llegó precisamente cuando todo el mundo coreaba el Barcino.
Y la noche se volvió colombiana, y Llores por amor, la Sombrerera, los Guaduales, Chatita Linda, Pueblito Viejo, Mi Serenata, la Gata Golosa y muchas más joyas del parnaso colombiano, se tomaron esa noche el estadio de Florencia, en una fiesta fenomenal, una noche de exquisita musicalidad, una noche en la cual la verdadera música, alegre se metió por los poros del alma de miles de Florencianos que tuvimos el privilegio de estar en el sitio y en el momento preciso en que el dueto más grande de Colombia estaba en todo su esplendor.
Rodrigo Silva no solo era un excelente cantor y un excelente guitarrista, era un hombre de un carisma increíble que convertía en magia cualquier auditorio desde que él tomara el micrófono, sus frases contundentes, exactas y alegres llegaban instantáneamente al corazón de todos imprimiendo esa alegría inverosímil que solo pueden degustar las almas que privilegiadas saben apreciar la música colombiana.
El maestro Rodrigo partió; a sus 72 años dejó este mundo, se fue aquejado por un diabólico cáncer de boca y garganta, se fue a darle serenatas al Altísimo, se fue a popularizar la música colombiana en el más allá…y mientras tanto, aquellos que tuvimos el privilegio de apreciar su arte prodigioso, no olvidaremos aquella noche de Agosto del 69, cuando en una semana cultural nos regaló la magia de su repertorio, magia que todos salimos cantando a una sola voz…”Arre torito viejo que tienes alma de acero, que llevas…”