Son 33.600.000 litros de agua los que utilizará la empresa china Emerald Energy para la instalación de los 50 pozos petroleros, 5 por cada plataforma, en los municipios de Florencia, Morelia, Valparaíso y Milán en el Departamento del Caquetá, gracias a la licencia ambiental que le otorgó la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales, ANLA, a pesar de la férrea oposición de las comunidades de esos municipios, oposición evidenciada en las audiencias que se realizaron en el mes de marzo pasado en el municipio de Morelia. Con esta situación, se pone en grave peligro todo el departamento del Caquetá, comenzando por los ríos Hacha, Bodoquero, Pescado, Sarabando, Orteguaza y sus afluentes, de donde se sacarán esas gigantescas cantidades de agua, además de los 6.000 litros que necesita cada pozo para su funcionamiento.

 

Al Caquetá le cayó la roya más peligrosa, la explotación petrolera, el extractivismo que llevará a convertir en un desierto miles y miles de kilómetros cuadrados que ahora son verdaderos santuarios naturales; a la extracción sistemática del agua para inyectarla a los pozos, se suman los químicos que contaminan el subsuelo, que contribuyen a la desertización, además de las teas encendidas que cada pozo tiene que tener día y noche, destruyendo los insectos, especialmente las abejas, produciendo bajas sensibles en la polinización y acabando con los productos del campo, que son los que alimentan a los caqueteños.

La licencia ambiental otorgada por la ANLA, es otra puñalada más del gobierno nacional a la fauna y la flora del Caquetá que dice defender, pues mientras anuncia una batalla frontal contra la deforestación, por otro lado aprueba el extractivismo malévolo que acabará en cuestión de pocos años con la fauna y la flora y lo poco que se salve, será víctima de la contaminación producida por los accidentes como ha ocurrido en muchas regiones del país; una sola tracto mula que se accidente en la vía al Huila y arroje el petróleo al río Hacha, pondrá en grave peligro a toda Florencia cuyo acueducto depende de esa corriente.

Que ese petróleo es necesario para las finanzas nacionales, claro que es necesario, porque así se enriquecerán mucho más los accionistas de la Emerald, los grandes contratistas del Estado, los magnates de Ecopetrol, los gobernantes que se presten con su silencio cómplice a esa debacle; pero los municipios de donde se saque la riqueza, se verán agobiados por la falta de mano de obra para el campo, puesto que los sueldos de la empresa serán superiores a los que pagan los finqueros y entonces los productos del campo se acabarán, las sequías acabarán con los ganados, los burdeles que se instalan en los municipios petroleros harán su agosto con los sueldos de los operarios, las sanas costumbres de degradarán y el éxodo buscando otros caminos no se hará esperar.

Las vías que no están proyectadas para el transporte pesado de los grandes tracto camiones, colapsarán con sus puentes y sus vox coulberts, las calles de los municipios por donde pasen serán un caos, los halagos de la empresa con alguna escuelita o una vía rural no se harán esperar, los seminarios y talleres de contentillo para adormecer los periodistas locales serán el pan de cada día, las zalemas del gobierno nacional para la región junto con cualquier insignificante aporte, serán constantes, y luego, cuando ya no haya nada que explotar, cuando nada quede, cuando las comunidades empobrecidas hagan cola ante los camiones por unos míseros litros de agua que hoy les sobra, entonces se verá que todo lo que vaticinamos  era cierto y que con esta debacle, hasta el mono Tití del Caquetá, especie recién descubierta, solo quedará en el recuerdo de nuestros mayores.

 No estamos exagerando ni creando pánico por utópicas desgracias, pero lo cierto es que el ecosistema del Caquetá está en peligro de muerte y eso lo veremos dentro de pocos años; nuestro deber es mostrar una radiografía objetiva de lo que va a pasar y esa radiografía está en los numerosos artículos que sobre el tema hemos publicado en los últimos tres años en Selva.com.co, solo que los caqueteños no despertamos, no lo queremos aceptar, y cuando lo hagamos, no nos quedará más remedio que llorar sobre la leche derramada,  la inmensa culpa en la conciencia de que no fuimos capaces de defender los tesoros que la naturaleza nos había prodigado para  el goce de las generaciones presentes y futuras.

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