CABALGANDO POR EL RÍO CAQUETÁ
En pocos minutos, con 14 pasajeros menos y con algunas vituallas más, partimos de Solano y nos adentramos en las aguas del gran Caquetá que con sus 2.280 kilómetros de largo nos recibe en su seno para continuar un viaje de película buscando a los soldados secuestrados, o a la guerrilla o a cualquiera que nos diera alguna razón o prueba de supervivencia; los representantes de la fundación Vida también se quedaron y abordaron un helicóptero porque alguien reconoció a uno de ellos como militar y entonces decidieron abandonar la expedición; así que quedamos dos periodistas, los dos maquinistas, las 40 madres de las Delicias, la hija de Hermencia y otro hombre que se había mantenido en la penumbra y que se nos presentó como el padre del teniente secuestrado. Esa fue la primera sorpresa.
El personaje, que se había mantenido prácticamente oculto y que pensábamos que se trataba de un tripulante de la embarcación, se nos acercó a nuestra “sala de redacción”, la proa, y amablemente nos dijo:
Muchachos, perdónenme por haber estado oculto pero era la única manera de tener acceso al Calamar y hacer el viaje con las madres; entre los secuestrados hay un Subteniente que la guerrilla desconoce que está en su poder y sigue creyendo que es un soldado, yo soy su padre, la mamá no pudo venir y decidí tomar su lugar y venir a buscar a mi hijo a la selva, estoy dispuesto a ir al fin del mundo si es necesario para volverlo a casa, les ruego que mantengan mi secreto y me sigan considerando un tripulante más, gracias por hacerlo.
Siguió charlando por unos minutos, nos dijo que su hijo, el subteniente Torres, comandó la resistencia al final de la Toma de las Delicias después de la muerte con un tiro de gracia del Capitán Orlando Mazo, quien herido pedía una cobija para el frío…tiempo después, el 15 de Junio día de la liberación en Cartagena del Chairá, supimos a ciencia cierta, en una rueda de prensa con los soldados y los guerrilleros, que el Subteniente Torres había sido un verdadero héroe que solo se entregó con los últimos 59 soldados, cuando no les quedó un solo cartucho para defenderse.
Estamos en la punta de la canoa, tomando fotos y observando a unos pescadores en un potrillo sacando un gigantesco pez, cuando se nos acerca Marleny y Hermencia con su hija y dos tintos; se sientan en el borde de la canoa y Hermencia, quien asume un natural liderazgo por su clase social un poco más arriba de las demás, nos dice: nosotras ya sabemos quiénes y cómo son ustedes, sabemos que son de palabra y que se puede confiar, por eso queremos pedirles que no informen nada a sus medios que nos pueda perjudicar evitando los contactos que queremos hacer con la guerrilla, nosotras nos detendremos a buscar contactos en los caseríos que vamos a pasar, por favor mientras nosotras caminamos por las casas no nos sigan de cerca, hagan sus informes por radio que nosotras seremos intermediarias para que los campesinos les faciliten los radios porque los tienen encaletados debido a que tienen miedo que el ejército se los decomise, así podrán enviar sus informes desde la selva pero sin dar detalles que nos puedan perjudicar; por favor si en algún momento contactamos emisarios de la guerrilla háganse los locos que nosotras les daremos toda la información pero les pediremos que no nos vayan a entorpecer cualquier encuentro, estamos de acuerdo?
Aceptamos pero logrando su palabra en el sentido que no nos ocultarán nada y que a ningún periodista que aparezca le darán información, es apenas justo por el sacrificio que venimos haciendo acompañándolas; nuestra idea no es la de entorpecer potenciales encuentros entre las madres y emisarios de la guerrilla, nuestra idea es conocer a fondo qué pasa con los soldados de las Delicias y los infantes de marina secuestrados; conocer la verdadera situación de los habitantes de los ríos, nuestra idea es poder informar sobre estos temas y a su vez sobre la posibilidad de una entrega, de un regreso a la vida de los militares retenidos en las selvas del Caquetá y el Putumayo.
Al descuido y utilizando los zoom de nuestras cámaras fotográficas, observamos movimientos en las orillas a lado y lado del río por donde navegamos; son militares, dice María Luisa después de observar detenidamente, nos están siguiendo por la selva, así las viejitas no van a lograr nada.
Estamos en esos comentarios cuando se nos acercó Anita, la más pequeña de las madres y la más vivaracha; tiene el ceño fruncido y cuando se nos acerca nos dice: los militares nos creen estúpidas, nos vienen siguiendo desde Tres Esquinas, en el próximo muelle que encontremos les dejaremos un mensaje, si no nos dejan solas los denunciaremos por los radios con la ayuda de ustedes, que dicen?
No hablemos de denunciar, le decimos, nosotros las entrevistamos y ustedes exponen el problema, es posible que los altos mandos entiendan su posición y retiren la tropa de las orillas del río por donde pasamos…
Después de una recta de alrededor de 3 kilómetros, tomamos una curva y aparece un diminuto pueblito, cinco ranchos y una cantina cuando más; atracamos, unas 20 personas se acercan a recibirnos, la mayoría mujeres y niños, tres madres desembarcan mientras algunas de las del pueblucho suben al Calamar a dialogar con las madres de las Delicias; no les llevan nada, el pueblo es muy pobre, la coca que es la base de su economía está muy restringida por la presencia del ejército especialmente en el río.
Desembarcamos con Maria Luisa y nos dirigimos a la cantina que no tiene nada para vender, solo un billar de gran clase abandonado, cubierto con una lona; el dueño que está sentado en un taburete de cuero nos saluda y nos ofrece una gaseosa, no le quedan sino cinco.
De pronto una madre nos llama, nos presenta a un muchacho quien nos facilitará un radio un poco más arriba del pueblo en un sitio que solo él conoce, pero el chico les dice que solo se lo prestarán a los periodistas, que a las madres no, no quieren líos ni con la guerrilla ni con el ejército.
Salimos del pueblo entramos a la selva que está prácticamente devorando al pueblito, en un tronco viejo el muchacho se detiene y tomando el cabo del hacha que lleva como palanca mueve la base del tronco donde aparece una caja; es el radio; lo enciende y nos dice, tienen 10 minutos, ni uno más, todo lo que digan se escuchará por la zona de los ríos.
Hacemos nuestros respectivos informes con la esperanza de que alguien de nuestros medios los capten, en esos informes que grabamos, hablamos de la súplica de las madres al ejército para que no las siga y puedan hallar algún contacto; después, el día de la entrega de los soldados en Cartagena del Chairá, el 14 de Junio de 1997, supimos que la guerrilla había escuchado el informe y todos los que transmitimos de ahí en adelante, y lo que es mejor, habían permitido que los soldados y los infantes de marina que los escucharan; desde ese momento una semilla de esperanza comenzó a germinar en sus corazones y un sentimiento de admiración por las madres, comenzó a anidar en las mentes guerrilleras.
Zarpamos de nuevo, esos informes los repetimos más adelante, el viaje continúa con su lenta somnolencia, pasa el día, pasa la noche y solo el paso de alguna embarcación que nos saluda desde lejos, espanta por unos momentos ese tedio que ya se está instalando entre nosotros.