Ilustración: Taringa

Por Aníbal Quiroga Tovar

1. Me parece del caso aclarar que este texto se refiere solamente a algunos problemas, para descartar los temas tan amplios e imposibles de tratar. Cuando digo problema hago alusión a una situación sin solución satisfactoria al momento. Cuando digo evaluación la entiendo como la vía para constatar si los objetivos del proceso de enseñanza – aprendizaje se han alcanzado o no. Y cuando digo formación, la asumo como el proceso y el resultado que tiene la función de preparar a las nuevas generaciones para que desarrollen los conocimientos, los procedimientos y las actitudes necesarias para ponerse a la altura de las exigencias de la sociedad de estos tiempos. Una vez aclarado el sentido de los términos que le dan forma al tema, intento su desarrollo.

2. Una buena pregunta para iniciar la reflexión sobre la evaluación es entender, ¿por qué los seres humanos evaluamos lo que hacemos? Todo parece indicar que la evaluación no es una invención de la escuela, sino que se remonta a los albores de la humanidad, cuando el sujeto en proceso de transformación orientó de manera consciente su actividad, para cambiar la realidad en un sentido favorable a los intereses propios y de su colectividad. Es decir, que la dimensión evaluativa de lo que hacemos corresponde a la estructura misma de la actividad práctica transformadora de los seres humanos sobre la realidad.

La actividad humana está definida por el objeto hacia el cual se orienta. En realidad, el objeto está doblemente orientado, ya que es algo dado y algo proyectado o anticipado (Leontiev, 1981). De acuerdo con este autor, el objeto determina el posible horizonte de metas y de acciones que moviliza la actividad hacia adelante. Ahora, las metas y motivos de los individuos han de entenderse en relación con los objetos y motivos de la actividad social, en general. Para explicar este aspecto de la actividad humana, el mencionado autor, ejemplifica con la actividad de cacería en la comunidad primitiva.

En la caza, los esfuerzos mutuos de los miembros de la tribu están motivados por la presa como objeto que les proporciona alimento y vestido. Para la captura de la presa, la tribu tiene que asignar tareas diferenciadas a sus miembros. Algunos ahuyentan la presa al peligro y otras la matan. La meta de los que la espantan hasta el peligro, es, en efecto, contraria al motivo de la actividad de caza como un todo. Quien la espanta no trata de capturar o matar la presa. Para ver esta acción como razonable, es necesario entenderla en conexión con los motivos y el significado de la actividad de caza como un todo, (Leontiev, Ibídem).

Hago esta aclaración porque la evaluación en la educación y, fuera de ella, tiene que entenderse en relación con el todo de la actividad a la pertenece, es decir, la actividad pedagógica y de esta última con el sistema general de actividades, que es la sociedad. Verla, como se plantea hoy, o sea, como la panacea para alcanzar la soñada “calidad de la educación”, es, no solamente una perspectiva limitada, sino preocupante, porque esconde los fines aviesos de la una educación que funciona como aduana para excluir, controlar y seleccionar los miembros de las diferentes castas sociales.

El concepto de actividad pedagógica está fundamentado en la teoría de la actividad, es decir, en la idea de que el accionar del hombre sobre la realidad está siempre mediada por dos tipos de instrumentos culturales: las herramientas y los signos. Las primeras se direccionan a la transformación del mundo material, externo, los segundos se orientan hacia adentro, hacia la mente. Es necesaria esta aclaración porque el trabajo humano no es solamente el accionar físico para modificar la realidad material, sino que, asimismo, comprende la actividad cognitiva y la valorativa como formas de interrelación entre el hombre y la realidad y, la actividad comunicativa, como forma de relación entre sujetos.

La teoría de la actividad se ha venido desarrollando desde su aparición, en las primeras décadas del siglo XX, y, poco a poco, ha ganado reconocimiento y aplicación en lingüística, antropología, investigaciones culturales, interacción entre los humanos y los computadores y en educación. La actividad humana, en general, está integrada por unas partes que la componen: la orientación, la ejecución y el control. La orientación comprende la motivación y el desarrollo de las condiciones concretas que son necesarias para realizar la actividad exitosamente. La ejecución comprende un conjunto de acciones articuladas que permiten asegurar las transformaciones en el objeto de la actividad. El control hace referencia a confrontar los resultados alcanzados con los que se habían propuesto en el modelo inicial, para identificar lo logrado y reorientar la actividad. Cada una de estas partes componentes son complejas y tienen presencia obligatoria y simultánea en cada una de las acciones que le dan forma a la actividad en su totalidad.

(Continuara).