La firma del acuerdo para el cese al fuego y de hostilidades bilateral que se firma mañana entre el Presidente Juan Manuel Santos y Timochenko, es el comienzo del fin de la guerra que tanto hemos anhelado los colombianos, así se presente como es natural en estos casos, violaciones al acuerdo, desacuerdos y toda clase de inconvenientes que en muchos casos son necesarios para consolidar lo acordado entre las partes.
Desde que se instaló el proceso en La Habana el 18 de Octubre del 2012, pasando por la primera mesa de negociaciones que comenzó a funcionar el 19 de noviembre de ese año, muchas dificultades se han presentado, muchas situaciones especiales, entre estas el secuestro del General Rubén Darío Alzate en El Chocó, la tregua unilateral declarada por Las Farc en el 2014 que fue rota varias veces, la suspensión de los bombardeos por parte del gobierno y luego la reanudación de los mismos debido a una masacre de militares, la reunión del Presidente Santos con Timochenko el 23 de septiembre del 2015 en La Habana, pasando por las últimas dificultades presentadas esta vez en el corregimiento del Pará, jurisdicción de Florencia en El Caquetá, donde francotiradores abatieron a varios hombres del ejército colombiano.
A todas estas situaciones se suman las inmensas dificultades políticas representadas principalmente por la férrea oposición del Centro Democrático al Proceso de paz, movimiento liderado por el Senador y ex presidente Álvaro Uribe Vélez, quien no ha escatimado esfuerzos ni ha dejado pasar ninguna oportunidad para criticar el proceso, fustigar al Presidente y tratar de convencer a los colombianos de que el gobierno le entregó el país a Las Farc, una posición estrictamente belicista que no concuerda con el sentir de la mayoría ciudadana, que a pesar de no tener a Santos como el santo de su devoción, quieren ver un país en paz para sus descendientes.
Es indudable que la firma del Acuerdo mañana jueves 23 de Junio del 2016 en La Habana, es el acontecimiento histórico más importante del hemisferio en los últimos 60 años, es el comienzo del fin de la guerra de guerrillas más antigua de América, es la respuesta que muchas generaciones cansadas de la violencia le habían pedido a la dirigencia política del país y es la petición más sentida que todos los países del mundo le habían hecho a los gobiernos de Colombia.