El Caquetá es un tapete verde donde el agua aún sigue siendo un tesoro incrustado en las peñas de la cordillera oriental, miles y miles de hilillos de vida que alegres cruzan por las montañas llevando vida a su paso, que con un orden mágico se van uniendo hasta formar ríos majestuosos donde la naturaleza florece, donde todo es alegría y deseos de vivir.

 En el Caquetá, a pesar de las arteras puñaladas de los antiguos depredadores del caucho y la quina, de los modernos depredadores de la coca, de la deforestación incontrolable que impulsaron otros gobiernos con Incora para formar grandes ganaderías, aún palpita la selva virgen en las majestuosidades del Chiribiquete, aún el tigre acecha los caimanes a las orillas de los ríos, el tente con su grito desolado aún conmueve la selva en los atardeceres en donde el sol cae ante la fuerza inexorable de la noche y en sus innumerables ríos de ensueño, todavía se ven en los raudales a los peces saltar despavoridos ante la persecución de sus naturales depredadores.

En esta mágica región, donde el Creador puso su huella indeleble de belleza y majestuosidad, el agua cristalina sigue siendo el común denominador de pueblos y veredas, a pesar de estar amenazada de muerte por la voracidad extractivista de las petroleras, que no se detienen ante nada para llenar los bolsillos de sus insaciables accionistas, quienes en la comodidad de sus mansiones europeas y americanas, solo esperan la venia de un gobierno cómplice para acabarla, porque acabar con el agua es acabar con la vida.

Foto. Cesar Vargas

En el Caquetá aún quedan municipios de ensueño, donde  los vecinos se dan los buenos días, donde se madruga al río más cercano a darse un refrescante chapuzón, donde la tecnología aún no domina por completo la vida cotidiana, donde el amor se da silvestre como los arbustos de guayaba en la vega de los ríos, donde las mujeres no necesitan exhibirse  para llamar la atención, donde el alcalde se sienta en el parque a “barbariar” con los vecinos, donde la palabra es el mejor documento en los negocios  y en donde se respeta a Dios por encima de todas las cosas.

El Caquetá es eso y mucho más…

Es el Dorado que persiguieron los españoles para acabar su saqueo interminable, es el nido de ensueño donde el perseguido encuentra la paz que tanto anhela, es el futuro de esos perseguidos, es la vida que palpita en cada árbol, cada loma, cada trocha, cada puerto donde se respira el aliento del comercio y es esa tierra que todos debemos defender, para que pueda conservar el agua, que es la vida del planeta.

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