Por Iván Enrique Cortés Murcia
Debido a nuestros antecedentes históricos, sociológicos, culturales, Políticos y sociales, nos vemos convocados en tiempo presente a la búsqueda de respuestas a preguntas que nuestra sociedad ha intentado formular, pero para las que muy difícilmente se ha siquiera intentado encontrar respuesta.
El Contexto y su propia situación Sociopolítica actual perfilan a Suramérica de manera general, aún con excepciones como nuestro propio país y el Perú, cada vez con más fuerza como una zona de democracias socialistas “anti-imperialistas” (más exactamente anti –americanas), algunas de las cuales ya alcanzan características de regímenes autocráticos, donde el poder de sus líderes, en solitario, se ha instalado y paulatinamente apoderado rápidamente de la conciencia y la identidad de toda una nación, conduciéndola por momentos políticos, sociales y culturales que se vivieron hace más de 200 años, cuando transigíamos del antiguo régimen Monárquico y Virreinal, a un régimen de próceres y héroes libertadores, que se prolongó hasta el establecimiento de las fronteras democráticas de lo que hoy conocemos como países Andinos, Amazónicos y Australes.
En contraste existen naciones como la nuestra, que comparten el mismo vecindario, lengua y similar cultura, pero con una polaridad ideológica y política actual diferente, inclinada según la entiendo, hacia lo más recalcitrante y violento de la derecha ultraconservadora , diferente en esencia mas no en su puesta en marcha, del Fascismo original del siglo XIX en Italia, y muy parecida a la definición de Fascismo hecha por Franklin Delano Roosvelt, presidente entre 1933 y 1945 de los Estados Unidos, que sostenía que “La primera verdad es que la libertad de una democracia no está a salvo si la gente tolera el crecimiento del poder en manos privadas hasta el punto de que se convierte en algo más fuerte que el propio estado democrático. Eso, en esencia, es el fascismo – la propiedad del estado por parte de un individuo, de un grupo, o de cualquier otro que controle el poder privado”, y que al final resulta queriendo ser igualmente un proceso autocrático, con un vestido y un color diferente.
Dentro de este proceso de huracanes políticos e ideológicos por el cual nuestro sub-continente y más específicamente nuestra nación han pasado desde sus mismos orígenes, ha sido prácticamente una constante la influencia del tránsito y el tráfico de poderes, la corrupción, el consecuente subdesarrollo y la escasez de conocimiento e industrialización, junto con la esencia intolerante y violenta de nuestra cultura, que ha en consecuencia interrumpido y constreñido casi por completo el crecimiento y el desarrollo de nuestra nación, que se bate entre un conflicto armado septuagenario, demagógico y muy rentable, combinado y financiado con el aún más rentable narcotráfico, tabú continental y mundial.
Es imposible pensar en una sociedad colombiana en el año 2020, que conserve las mismas características estructurales y esenciales de hoy – de las cuales muchas son conocidas por la totalidad de la población, incluyendo citadinos, campesinos, intelectuales, iletrados, hombres, mujeres, adultos y niños -, y que esta sea funcional, o milagrosamente, tal como hoy sucede, sobreviva los embates de tantos seres, instituciones, situaciones y hechos que no es posible catalogar de otra manera diferente a las palabras caos y absurdo.
Así pues, las perspectivas de éxito económico, reducción de endeudamiento y progreso social, se quedan muchas veces en las palabras más que en actos, y en las muy loables ideas de algunos neo-próceres que con cierto “dolor de patria”, buscan desesperadamente un poco de luz para iluminarlas, y convencer al pueblo de más que seguir a todos los líderes mesiánicos que aparecen de un momento a otro en el panorama político nacional para salvarnos de la debacle, incluyéndoles a ellos (los legisladores mismos), debemos preocuparnos por darle continuidad histórica y política a ideas que se han convertido algunas veces en leyes, otras veces en recuerdos, pero que han servido para educarnos, para cambiar nuestra mentalidad de fundo construida con la sangre, el sudor, el miedo y las lágrimas de nuestros antepasados, donde el que manda es el patrón, el dueño del predio, el que más tiene y por lo tanto el que más puede.
No con la intención de hacer un análisis científico o técnico en ninguna disciplina, pero más bien apelando al sentido común y al sentir de pueblo, de patria, de Estado – nación, podemos incluir eligiendo entre una muy extensa lista de “adversidades consecuentes coordinadas”, si es válido el término para ser aplicado en nuestra sociedad de tan variados contrastes, características y elementos de carácter permanente cuya existencia marca nuestros días. A saber: Intolerancia, conflicto armado, conflicto social, violencia doméstica, delincuencia común, desplazamiento, inadecuado régimen de salud, corrupción, hambre, inequidad y pobreza.
Para muchos habitantes de nuestro país, quienes se encuentran en condiciones de precariedad extrema, marginados de la sociedad por la sociedad misma la lista en realidad podrían ser interminables. Para otros, especialmente aquellos ultraderechistas pro-gobierno y neofascismo, podría tratarse de una exageración. Existen además aquellos interesados en profundizar en análisis y teorías que nos lleven a una inevitable solución del problema social, pero además existen seres increíble pero al mismo tiempo ingenuamente fanáticos de la fe en todo lo divino, en lo todopoderoso, en lo suprahumano, en lo metafísico y en lo mágico que todo esto representa, quienes se resisten a abandonar la mesiánica pero universal idea del que vendrá (al final de los tiempos por supuesto), a juzgar vivos y muertos, justo en el último día.
Pero si esto llegase a ser cierto, la cuestión es que posiblemente una mínima cantidad de creyentes estaría en la condición de hacer verdad lo que sueñan, al ser admitidos en el paraíso de los santos y buenos héroes del mundo. Me atrevo a decir que podrían ser sometidos a un muy estricto control de calidad de estándar y alcance mundial, que les pudiese abrir las puertas del reino del que todo lo puede, para con este reconciliarse después de los tiempos.
Sin embargo, así como se gestan la genialidad o la estupidez consecuentes a nuestra supuesta impotencia (excusa por la que nos resumimos y nos simplificamos partiendo del ser un todo socialmente colectivo), que comienzan a ser fabricadas en casa, en el seno de nuestras familias habituadas a sobrevivir, más allá de hacer pleno uso del derecho a la vida, de manera proporcional han sido descubiertas nuevas capacidades en nuestras conciencias, en medio de la adversidad, de la indiferencia y más grave aún, de la resignación a la que en una gran mayoría nos hemos abandonado. Ante el paradigma de lo indetenible, de lo enajenado, de la realidad absorbente y asesina de sueños, existe una resistencia primitiva, como nuestros deseos y nuestras propias sensaciones, a la renuncia y al darse por vencido cuando todo lo que nos rodea es así de insalvable. Sobrevive en nuestras conciencias esa razón de ser que nos llevó a poblar el mundo y a establecer sociedades que pudiesen darnos o resarcirnos la vida, la honra, la dignidad, la salud y las condiciones de Estado de Derecho que merecemos.
Si los animales pueden actuar organizadamente y en paz, estableciendo pequeñas sociedades ¿por qué no lo podemos hacer nosotros?, ¿Será que somos extraterrestres, que no conocemos nuestra verdadera naturaleza y la buscamos por el camino equivocado, negándonos el derecho a tener derechos?