Cajamarca le dijo NO a la minería, no le comió cuento a los “sabios” de las empresas mineras que ofrecían esta vida y la otra para que les permitieran explotar el oro en su territorio y por abrumadora mayoría prefirió el agua que es vida, prefirió conservar sus ecosistemas, su alimento y el alimento de millones de personas en diferentes ciudades del país, un verdadero ejemplo para Colombia en general y para el Caquetá en particular que es ahora el blanco inmediato de la voracidad de las petroleras.
La gente de Cajamarca, en especial la de la zona rural, entendió meridianamente que es más importante el agua, la vida, los recursos naturales que el oro, entendieron que la nueva generación que se aproxima necesita del líquido vital para poder sobrevivir y más de un 95% dijo NO a la minería, no al proyecto “La Colosa”, no a la empresa Anglogold Ashanti que desde hace 10 años venía haciendo estudios en la zona y que según esos estudios, en ese territorio se encuentran diseminados alrededor de 28 millones de onzas de oro.
Los cajamarqueños (si así es el gentilicio) entendieron meridianamente los graves peligros que encierra el proyecto La Colosa, en la vereda La Luisa, cerca del Alto de la Línea, donde se iban a intervenir 970 hectáreas, consumiendo 9 millones de metros cúbicos de agua por año, afectando gravemente 161 nacimientos, contaminándolos con cianuro y mercurio, químicos que producen cáncer pulmonar, cáncer de vejiga y leucemia, poniendo en grave peligro a gran parte de la población del Tolima y el suministro de alimentos para ciudades como Bogotá, Medellín y Cali.
Los campesinos no se dejaron engañar con el espejito de que se iban a invertir 360 millones de dólares en empleos, vivienda y obras sociales, que la afectación sobre el medio ambiente sería mínima y que votando por el NO detendrían el progreso; no valieron las amenazas del Viceministro de Minas Carlos Cante, quien había dicho que si ganaba el NO, no habría recursos para obras públicas, para vivienda y para empleo, un ejemplo para los campesinos del Caquetá que inteligentemente se han mostrado reacios a la explotación minera, en especial a la explotación petrolera.
Si la gente de Cajamarca no se dejó engolosinar con el espejismo de millones de onzas de oro y no cambiaron su territorio, su tranquilidad y el futuro de las próximas generaciones por los pocos dólares que al final es lo que dejan las multinacionales, además de contaminación, desolación y pobreza, los campesinos del Caquetá, especialmente los de Valparaíso, Morelia, Milán, El Paujil, El Doncello, Belén y Florencia, no permitirán que se acabe con el inmenso tesoro que es su rico ecosistema, amenazado por la voracidad de las multinacionales del petróleo y el gobierno nacional; los caqueteños entienden perfectamente que su futuro está en el ecoturismo, que el agua es más costosa que el petróleo y que protegerla, es su deber si se quiere que las futuras generaciones tengan un sitio amable para vivir.