Por: César David Martínez
Por mucho tiempo dije que le pedía a la vida que me permitiera conocer el Chiribiquete. Ahora le doy gracias, a pesar de los sacrificios que esto ha significado en mi vida, por haberme permitido conocer este paraíso colombiano, después de tantos años de haberlo deseado y soñado.
De pocos lugares podemos hablar en Colombia de que podamos decir que es un territorio virgen, sin modificaciones o intervenciones de la modernidad. La Serranía del Chiribiquete, un territorio tan extenso como la distancia que hay de Bogotá a Armenia y dos millones ochocientos mil hectáreas, es el parque nacional natural más grande de Colombia, ubicado entre los departamentos del Caquetá y el Guaviare. Bosques nativos, ríos afluentes del río Caquetá como el Mesay y el Cuñaré, abrigos rocosos formados en eras muy antiguas y miles de pictogramas son algunas de las características de este nuestro tesoro natural.
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Podemos decir que es uno de los lugares más inaccesibles de nuestro territorio. Es lejos de todo. No hay carreteras, caminos ni ninguna forma de llegar allá a no ser que sea por una larga travesía de 4 o 5 días por río, partiendo desde la Araracuara, que de por sí ya es un lugar muy alejado, o en helicóptero privado, que es bastante costoso.
Lo que más sobresale de este parque, son los tepuyes, formaciones rocosas que emergen del selvático llano, y algunos alcanzan elevaciones de hasta 1.000 msnm. El Chiribiquete posee secretos que se conocen a voces, como la famosa declaración errada del señor Ministro de Ambiente Gabriel Vallejo, quien dijo: “En el Parque Nacional Chiribiquete no hay vida humana, salvo los indígenas que se considera que todavía están allí, que nunca han salido de allí, pero allá no hay vida humana”. Se refería a los dos grupos indígenas no contactados (karijonas) que habitan en su interior, pero es un tema del que no se debe hablar, solo saber que nuestra presencia cercana a ellos con plena seguridad sería devastadora para ellos en todos los aspectos (ver caso Nukak Makú).
“La Capilla Sixtina de la amazonia”, lo llaman algunos, por la gran cantidad de pictogramas de hasta 20.000 años de antigüedad que allí se han encontrado. Pertenece al Escudo Guayanés, del que también hacen parte la Serranía La Lindosa en el Guaviare, y los famosos tepuyes de Venezuela, donde se encuentran los famosos Roraima y el Salto del Ángel. Este escudo es una de las formaciones más antiguas de la corteza terrestre. Con la esperanza de que este parque sea declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que sea protegido por nuestras autoridades de la minería, la deforestación, los grupos al margen de la ley y que los grupos indígenas no contactados permanezcan así tal cual, sin intervención de ningún tipo de parte nuestra. Chiribiquete es un lugar sagrado, como todos los patrimonios naturales de nuestra geografía, por lo menos para los grupos ancestrales que habitan en su territorio. Es nuestro deber aprender a respetarlo y conservarlo para todas las generaciones futuras.
Parques Nacionales Naturales, en su programa «Guardianes del Centro del Mundo» invita a disminuir el consumo de carne, con el fin de proteger el Parque Nacional Natural del Chiribiquete, que buena iniciativa gubernamental. «1. Disminuir el consumo de carne. La ganadería es uno de los factores que más contribuye con la ampliación de la frontera agrícola. Cada día la frontera agrícola se acerca más a la frontera del PNN Chiribiquete, ya sólo 15 km aproximadamente separan al parque de las áreas deforestadas.»